Había visto la luz.

Era ese brillante resplandor, ese descubrimiento a ciegas, como la pura verdad.
Y no era sobre nadie en particular, si no sobre la gente en general.
En ese momento me dí cuenta de que no existe. Es más una alucinante mezcla en potencia.
Y aunque debería consolarme, en realidad me daba mucho miedo.

A todos nos gustaría esperar que una fuerza mágica nos indicase con quien pasar el resto de nuestras vidas.
Pero la verdad es... que no hay un rayo que te dé en el trasero y te diga que elijas a esta persona de entre todas.


Esto es como la lluvia.
La lluvia cae en cualquier momento. A veces te pilla preparado, a veces no.
Depende de dónde estés cuando caiga, te pilla o no.
De hecho la mayoria intentamos evitarla sea como sea.
Puede perder el autobús. O tomarlo.
Puede que se te olvidara el paragüas, puede que no.

No hay grandes indicios.
Solo un torrente de oportuniades fortuitas.
Y es lo más que puede hcer el destino, el resto es cosa nuestra.

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